Perspectivas

26 abril 2022

‘Compliance’, el guardaespaldas del buen gobierno

El equipo de compliance no solo debe velar por el cumplimiento de la Ley, también por el compromiso empresarial frente a las personas y la sociedad. Unos valores cruciales en las políticas de buen gobierno corporativo de las que debe ser más partícipe.

Además de serlo, hoy una empresa está obligada a parecer socialmente responsable. El consumidor ha encontrado en la decisión de compra y las redes sociales dos armas a activar cuando la empresa o el producto no responden a la confianza depositada. Este constante radar social, por ejemplo, frente al tráfico de influencias o el maltrato animal, encuentra en las políticas de compliance su mejor escudo para garantizar el cumplimiento con la legislación y protegerse ante riesgos.

El mundo se adentra en una era de desconfianza, así lo afirma el Barómetro Edelman Trust 2022, un estudio mundial con más de 20 ediciones. Tan solo el 51% de las 36.000 personas encuestadas en 28 países opina que su familia y él mismo estarán mejor dentro de cinco años. En el caso de los 1.150 participantes españoles, el porcentaje es aún menor, solo el 36% se imagina en mejor situación al finalizar el lustro.

En este contexto de caída de confianza en el futuro, las empresas emergen como la institución mejor capacitada para resolver los problemas de la sociedad, así lo cree el 53%. Un papel más importante que las ONGs (con 52%) o los propios gobiernos (44%), lo que demuestra un profundo cambio en la visión del rol que la sociedad asigna a las empresas, que ya no es meramente económico.

Se trata además de una actitud alimentada desde organismos internacionales. Así lo hace la ONU al establecer unos baremos de Responsabilidad Social Empresarial, que permita saber en qué medida la acción empresarial contribuye o no a los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), o desde la OCDE, con su definición de los Principios de Gobierno Corporativo.

Una nueva responsabilidad empresarial que puede convertirse en amenaza u oportunidad, en función de cómo cada organización maneje y responda a las expectativas que despierta.  Y es aquí donde el compliance tiene mucho que aportar, convirtiéndose en un auténtico guardaespaldas del buen gobierno corporativo, capaz de prever peligros y manejar la situación frente a la crisis.

Ante la Ley y el compromiso social

Desde que las empresas ya no solo rinden cuentas a sus dueños y/o accionistas en función de su balance económico, el buen gobierno corporativo se ha convertido en un atributo empresarial irrenunciable.

Las organizaciones son conscientes de la importancia de respetar los valores éticos sociales en cuanto a las personas, las comunidades o el medioambiente. De hecho, algunas toman medidas ejemplarizantes convirtiéndose en agentes de cambio. Así ha ocurrido recientemente en materias de conciliación laboral, igualdad, medioambiente e incluso política sanitaria, cuando algunas empresas se anticiparon al confinamiento por la COVID 19, al enviar a todos sus empleados a teletrabajar para frenar los contagios antes de que los gobiernos actuaran. En la más reciente guerra de Ucrania, también fueron algunas empresas las primeras en romper sus lazos económicos con la economía de Putin al saberse observadas.

 

Entender un entorno cada vez más complejo

Por tanto, en el avance de las políticas de gobierno corporativo pesa el cumplimiento de la Ley, pero también el compromiso social. Y en estos dos escenarios, el experto de compliance aporta su máximo valor al gobierno corporativo.

Cambios legales como la reforma del Código Penal de 1/2015 de 30 de marzo, que definió y reguló delitos en el ámbito empresarial, o la Ley de Sociedades de Capital obligaron a profundos cambios en la empresa. Pero las políticas de compliance no deben limitarse a establecer modelos de prevención del delito corporativo o de sus empleados, requieren también de un análisis de todos los compromisos que la empresa asume en su vocación por convertirse en socialmente responsable.

En este sentido, el compliance debe romper esa limitación del cumplimiento de la norma, a la que algunos le limitan, para ponerse al servicio de una mejor gestión de un entorno cada vez más complejo, que debe ser tratado con flexibilidad y adaptación. La credibilidad de la empresa no es solo una cuestión del número de sanciones o no a las que debe hacer frente, también se fundamenta en cómo es percibida por la sociedad.

Valor del que son muy conscientes los consejos de administración, porque una empresa con buena RSE y reputación es más atractiva desde el punto de vista de la inversión, más competitiva, y normalmente más exitosa. El cumplimiento normativo incrementa el valor bursátil y reduce los costos de capital, por ello las políticas de buen gobierno deben ser capaces de incorporar de forma cada vez más activa y eficiente a sus equipos de compliance.