Perspectivas

14 marzo 2022

Los siete pecados capitales del liderazgo

Identificamos los siete errores más habituales en el líder con la esperanza de que tú no los repitas: ¿aceptas el reto?

Aunque no es fácil identificarse en el error de los demás, puede resultar provechoso. Al líder se le reconoce una valía por encima de la media, pero también su predisposición humana a la equivocación. Hemos seleccionado los siete pecados capitales del liderazgo porque identificar las flaquezas de otros puede convertirse en la primera fortaleza en tu camino hacia el liderazgo.

Quizás lo primero que convenga aclarar es qué entendemos por liderazgo en la empresa. La Economipedia la define como “una cualidad que ostenta una persona al mando de una compañía y que le permite influir en el comportamiento, así como en la toma de decisiones de los demás”. Por tanto, las habilidades del líder van mucho más allá de las cuatro básicas de planear, organizar, dirigir y controlar para fusionar en una misma persona otras más personales, conocimientos técnicos y habilidades sociales.

Pero ahora llega el momento de detenerse en una cualidad intrínseca al líder. Por muy competente que sea y especial que se sienta, ese hombre y esa mujer cumplen con una de las condiciones más humanas, la del error.

 

Los siete errores más habituales en el líder

Hemos seleccionado en estudios sobre el liderazgo los errores más comunes.

 

1. Creer que el líder nace, no se hace

Muchos afirman que la del liderazgo es una habilidad natural. Los consultores Carlos Hernández Flores y Rafael Martínez-Vilanova consideran que “si bien es cierto que en las aportaciones de los últimos descubrimientos de la neurociencia encontramos una fuerte influencia de la carga genética en la personalidad […] no lo es menos que la formación en conocimiento y habilidades”.

Por ello, es u libro Los 100 errores en el liderazgo (Editorial Esic) defienden “como un error, el considerar que el liderazgo es una habilidad natural que se da en unas pocas personas, o que es algo más que se posee que algo que se hace, pues es la voluntad de uno mismo lo que hace que los deseos se cumplan y no la sola intervención de la naturaleza”.

 

2.   Tener poca adaptación al cambio

El siglo XXI es el siglo del cambio continuado y, al menos en sus primeras décadas, en un permanente estado de entorno VUCA (acrónimo en inglés de las españolas volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad). Crisis económicas, epidemias, problemas mundiales de suministro modifican el escenario en cuestión de días, obligando a tomar decisiones que si se demoran pueden hacer peligrar el proyecto. De ahí la necesidad de que el líder monitorice constantemente para anticipar y decidir con rapidez.

Pero la escasa adaptación al cambio no solo es peligrosa en estos escenarios más extremos, también en el día a día. El mercado debe modular la gestión empresarial para lograr esa constante adaptación de la oferta a sus necesidades y demandas reales. Algo que es de especial importancia en las fases de validación de negocio, lo que en el argot startup se conoce como ‘pivotar’ el concepto hasta dar con la fórmula que encaja.

 

3. Centrarse en el beneficio propio e inmediato

El de la empresa es un camino largo, donde la falta de visión estratégica se paga cara. El líder que analiza y piensa en el corto plazo, por ejemplo, primando la venta más inmediata sin analizar sus consecuencias o el acuerdo en el que solo gana él, terminará por ser víctima de sus decisiones.

Aunque esa constante adaptación al entorno no permite hacer planes más allá de pocos meses, el líder es el responsable de mantener la dirección estratégica de la compañía, sabiendo cerrar esas operaciones que dan rentabilidad en el día a día, combinadas con otras que aseguran su viabilidad futura.

 

4. No confiar en el equipo

“No tiene sentido contratar a personas inteligentes y después decirles lo que tienen que hacer. Nosotros contratamos a personas inteligentes para que nos digan qué tenemos que hacer”. Esta frase atribuida a Steve Jobs, fundador de Apple, resume la importancia de rodearse de los mejores, pero además de saber delegar para seguir contando con su talento.

No confiar en el equipo es uno de los mayores pecados capitales del líder, que siempre debe tener presente la importancia de soltar hilo de la cometa para que otros puedan decidir e incluso tomar el mando. Un equipo en el que además debe haber perfiles que le complementen y cubran en sus debilidades, y con la suficiente honestidad como para decirle lo que necesita escuchar, no solo lo que quiere oír.

 

5.    Carencia de principios éticos

En tu despacho se ficha solo a trabajadores de la competencia, no hay horario de salida ni carrera profesional para el abogado, el cobro de incentivos siempre es tema de discusión y el pago a los proveedores puede demorarse sin explicación alguna, se fomenta la rumorología y ninguna alianza con otras empresas duda más de un año…

Si alguna de estas situaciones te es más que familiar sufrirás las consecuencias de tus políticas de tierra quemada. El cumplimiento de ese código no escrito que gobierna las relaciones entre empresas, empleados y clientes construye o destruye la reputación del líder y de la empresa.

 

6.    No comunicar

Uno de los pecados capitales más recurrentes en el líder es no atribuir a la comunicación la importancia necesaria. Quizás porque el líder suele tener un fuerte carácter, con tendencia al individualismo y la acción, rasgos que no suelen corresponderse con los de una persona comunicativa.

Sin embargo, la comunicación y la información (la necesaria en cada momento) dotan a las organizaciones de unos sólidos engranajes. Los equipos valoran trabajar para organizaciones transparentes, donde pueden expresarse con sinceridad incluso en la crítica, y donde sus opiniones forman parte del proceso de decisión, no solo las del líder.

 

7. Falta de innovación

En un entorno dinámico, competitivo e impredecible la innovación es una de las bazas de éxito más estables. El líder es más líder cuando entre sus habilidades está la creatividad, no se trata necesariamente de que el desarrollo de la innovación sea responsabilidad directa suya como que sea capaz de crear equipos y organizaciones innovadoras.

La formación continuada, una curiosidad siempre insatisfecha, la observación de la competencia y el seguimiento de las estrategias en otros sectores son buenas palancas para que el líder contribuya a lograrlo.