¿Genio o loco? O quizás ambas cosas. Diseccionamos el modelo de liderazgo de Elon Musk, uno de los empresarios más controvertidos de la historia.
Empresario, inversor y magnate, sudafricano, canadiense y estadounidense, además de una de las mayores fortunas del mundo y gran agitador social. Elon Musk, admirado y odiado, nadie le niega ser un visionario y disruptor, pero tampoco su carácter errático y caprichoso. Descubre qué aprender y olvidar en el modelo de liderazgo de Elon Musk.
Ha revolucionado la industria de la automoción con Tesla. La firma líder de coches eléctricos con sede en Austin (Texas) rompe récords de producción y eficiencia en sus dos nuevas plantas. Pero en términos de revolución, ninguno de sus proyectos supera por el momento a SpaceX, referente en lanzamientos, reutilización y puesta en órbita de satélites propios y de terceros. Sus ambiciones alcanzan otros campos como el de conectar el cerebro humano con los ordenadores o el de las redes sociales.
El buen liderazgo
Son muchas e interesantes las clases de liderazgo que este empresario de infinita capacidad disruptiva puede impartir. Recorremos cinco de sus valores, con la peculiaridad de que muchos de ellos tienen una cara B menos ejemplar, que veremos a continuación.
Líder en disrupción
Leer las oportunidades del mercado con una visión propia y única es, sin duda, una de las capacidades a imitar de Musk. Habilidad que ya se vio desde PayPal, uno de los primeros proyectos de los que formó parte y que revolucionó un sector tan estratégico como los medios de pago.
El magnate está cómodo en el cambio. A lo largo de su recorrido ha demostrado una gran adaptabilidad, pero manteniéndose firme en el objetivo para lo que confía en la tecnología: «Para llegar a ser CEO no hay que ser un experto en marketing y ventas; es necesario poseer profundos conocimientos de ingeniería», dijo. Afirmación que ahora va a poner a prueba su entrada en Twitter.
Líder en superproductividad
Uno de los reconocimientos unánimes a Musk es su alta productividad, casi sobrehumana. Según Enrique Llanes, autor de Tesla. El ADN de la disrupción (Lid Editorial, 2022), la explicación está en “un estilo de dirección, liderazgo y organización muy particular”.
Llanes lo enmarca en el perfil tradicional del “líder transformacional”, caracterizado “por motivar a sus trabajadores para promover el cambio y la innovación y de este modo sacar lo mejor de cada persona y equipo, para la consecución de las metas empresariales”. Capacidad que le incluiría en el grupo de otros referentes empresariales como Steve Jobs o Jeff Bezos, o políticos como Nelson Mandela o Winston Churchill. Pero quizás la clave se encuentre en cómo conseguir esa motivación de sus equipos de trabajo.
Líder en motivación
Detrás de esta alta productividad que caracteriza a todos sus proyectos, está su capacidad de envolver cada uno de ellos con una cultura corporativa y misión muy diferenciadas y atractivas: «Las personas trabajan mejor cuando saben cuál es el objetivo y el porqué”, afirma.
Quien forma parte de sus proyectos está participando en la transformación del mundo, haciendo historia. Para entender el calado de esta afirmación resulta útil detenerse en la definición de la misión de sus principales empresas:
- Tesla: “Acelerar la transición del mundo hacia la energía sostenible”
- SpaceX: “Convertir a la humanidad en una especie multiplanetaria”
- Neuralink: “Desarrollar interfaces cerebro-máquina para conectar a los humanos con los ordenadores”
¿Quién no estaría dispuesto a darlo casi todo por participar en revoluciones de ese calado?
Líder en ejecución
La cultura empresarial de Musk bebe de los principios startups, donde dio sus primeros pasos a finales del siglo pasado. Defiende que la estrategia se va conformando con cada paso, y que si quieres trabajar en el futuro, debes formar parte del cambio.
Los tres primeros lanzamientos de SpaceX fueron un fracaso, pero se negó a identificarlos como tal, prefirió verlos como parte de un aprendizaje. Y el tiempo le ha dado la razón.
Líder exigente
“El problema número uno para mí es encontrar personas de gran talento, porque ese es siempre el factor determinante del crecimiento”. Aunque este comentario se refiere a SpaceX, Musk siempre ha dado una importancia vital al talento de su equipo, a ubicar a la persona adecuada en cada puesto y a la colaboración entre ellos.
Una capacidad que explica los altos ratios de productividad de sus empresas, porque además de fichar a los mejores, los quiere trabajando al cien por cien. Algo en lo que coinciden los comentarios que han trascendido de sus colaboradores es sus altos estándares de exigencia.
El mal liderazgo
“Cada vez que hablamos de un personaje de la talla de Elon Musk, parece que damos por sentado la incompatibilidad entre ser un genio innovador y un buen líder”, reflexiona Llanes en su libro: “En numerosas ocasiones, los discursos de motivación e inspiración se camuflan con las coacciones y el miedo. Muchas veces en la forma de anunciar sus decisiones, en la forma de acudir a la prensa o a Twitter, antes de hablar con sus consejeros de los que no se deja aconsejar”.
Ha sido tras la ruidosa compra de Twitter cuando el mundo ha visualizado muchos de los comentarios que, en voz baja, perseguían desde hace años al magnate.
Falta de respeto a las normas
Que Musk no era un líder ortodoxo estaba claro, pero sus especulaciones sobre la salida de la bolsa de Tesla o su falta de compromiso en la moderación de los contenidos de Twitter, le muestran como un líder conflictivo. El último paso en esta escalada, lo daba recientemente con su decisión de suspender a varios periodistas críticos sus cuentas en la red social del pájaro azul. Esta falta de respeto a las normas, a las escritas y no escritas, genera desconfianza… y peligro, en opinión de algunos.
Este mismo mes de noviembre David Nasaw, reputado historiador y biógrafo norteamericano, escribía en The New York Times: Elon Musk “ha buscado posicionarse como genio tecnológico que puede romper las reglas, explotar y extirpar a quienes trabajan para él, ridiculizar a quienes se interponen en su camino y hacer lo que quiere con su riqueza porque beneficia a la humanidad”.
Falta de empatía
Aficionado a comunicarse con sus plantillas de empleados a través de comunicados redactados por él mismo, en muchos de ellos anima a cualquiera de sus trabajadores a ponerse en contacto directo con él. Sin duda una práctica de liderazgo vertical interesante, pero que se salta todas las convenciones de la cadena de mando, de algún modo, desautorizando.
Su escenográfica toma de la posesión del poder en Twitter, lavabo en mano, dice mucho del talante de Musk. El inequívoco mensaje de vengo a limpiarlo todo, posterior al anuncio de una reducción del 50% de la red social, mostró una falta de empatía del líder que ya se estudia en las escuelas de liderazgo.
La gota que colmó el vaso fue el ultimátum de Musk a la plantilla, obligándola a elegir entre comprometerse a trabajar largas jornadas y de forma extremadamente dura o dejar la empresa. Fueron multitud los que eligieron la segunda opción, entre ellos muchos cargos estratégicos.
Falta de autocontrol
Más conocida es su afición a comentarios y gestos erráticos en redes sociales y fuera de ellas. En 2020 puso la bolsa patas arriba al afirmar en un tuit que las acciones de Tesla estaban muy caras. El mercado le hizo inmediatamente caso con un desplome de sus títulos del 10%. Anteriormente, en 2018, mientras Musk grababa en emisión en directo el popular podcast The Joe Rogan Experience, fumó marihuana poniendo en peligro su alianza con la NASA. Ejemplos hay por decenas, por ejemplo, llamó pedófilo a uno de los buzos que se había jugado la vida en el recate de unos niños atrapados en una cueva de Tailandia, en una broma que nadie entendió.
Este comportamiento público y troleo en redes sociales indica una falta de autocontrol peligrosa en el mundo de los negocios, pero también un manifiesto desinterés por la opinión social y el respeto a sus colaboradores.