En las pasadas elecciones presidenciales de los Estados Unidos se ha dirimido un duelo entre dos modelos de liderazgo personalistas: de la política a la empresa, qué lecciones podemos aprender.
Trump ha hecho historia. Su triunfal regreso tras las elecciones del 6 de noviembre a la Casa Blanca como presidente de los Estados Unidos superó los sondeos más optimistas: a la victoria en votos electorales (312 frente a los 226 de Kamala Harris) sumó el voto popular (76,8 millones frente a los 74,3 de su oponente). Un triunfo que impone el poder del liderazgo carismático y personalista frente al modelo comprometido y tecnocrático de la candidata demócrata .
La larga batalla electoral ha permitido evidenciar estos dos modelos de liderazgo y, por supuesto, también de gobierno. Enfrentar uno y otro puede ser un ejercicio revelador para entender algunas de las claves que llevaron al éxito y al fracaso, pero también lecciones maestras para moverse en el nuevo escenario empresarial, la gestión de personas y la lectura de los mercados.
Donald Trump, el líder seguro
Hijo de la sociedad neoyorquina más pudiente, Donald Trump heredó el imperio inmobiliario de su padre en 1971, que renovó y gestionó incorporando torres de oficinas, hoteles, casinos y campos de golf. Siendo una de las personas más ricas del mundo según la revista Forbes, dio el salto a los medios de comunicación (presentó The Apprentice durante 14 temporadas) convirtiéndose en una auténtica celebrity televisiva. En 2015 decide dar rienda suelta a su vocación política presentando oficialmente su candidatura a las elecciones presidenciales de 2016 por el partido republicano, que finalmente ganaría. Éxito que repite este 2024.
Nadie podrá echarse las manos a la cabeza, describiendo a Trump como una figura polarizadora y controvertida. Del mismo modo, nadie podrá negar que su estilo de liderazgo es tan personal que, incluso, ha requerido del ingenio de los politólogos para calificarlo: descubrimos las claves del ‘trumpismo’.
1. Comunicación directa: llamada a la acción
Trump es conocido por su estilo de comunicación directo y sin filtros. Utiliza las redes sociales, especialmente X, para conectarse directamente con sus seguidores, evitando los medios tradicionales que a menudo critica. Esta estrategia le permite controlar su mensaje y mantener una conexión constante con sus bases, a las que es capaz de movilizar con tan solo publicar un tuit.
2. Priorizar lo que importa: la economía manda
Su promesa de «hacer a América grande de nuevo» ha conseguido aglutinar a perfiles electorales supuestamente opuestos. Aunque el mundo de los negocios siempre es cauteloso a la hora de mostrar apoyos, las políticas de bajada de impuestos y desregulación de la economía -de las que ya hizo gala en su primer mandato-, son bien vistas desde muchos consejos de administración por favorables. Además, durante su campaña Trump contó con el espaldarazo de grandes fortunas con donaciones como las de Timothy Mello, de 172 millones de dólares, y subió al estrado de sus mítines a figuras tan poderosas como Elon Musk.
Pero el mensaje de una economía más centrada en el mercado interno y menos dependiente del exterior, también convoca a unos perfiles electorales muy diferentes. Son aquellos que se sienten perjudicados por la globalización y la tecnificación de los puestos de trabajo.
3. Identificar al ‘enemigo’ une: inmigración
Trump ha mantenido una postura firme en cuanto a la inmigración, promoviendo políticas restrictivas y la construcción de un muro en la frontera con México. Aunque estas políticas han sido muy controvertidas, han consolidado su apoyo entre aquellos que ven la inmigración como una amenaza a la seguridad y la economía del país.
Pese a que muchos analistas consideraron que las sonoras descalificaciones sobre la inmigación latina bombardearía, necesariamente, el apoyo de esta importante comunidad asentada en los Estados Unidos, Trump supo leer que ser latino no es estar a favor de la inmmigración. Además, su mensaje contra la inflación atrajo a los segmentos de la población más sensibles a la problemática, muchos de ellos hombres blancos y latinos de primera o segunda generación.
4. Independiente: un equipo de confianza
Una de sus mayores fortalezas de liderazgo es la independencia: Trump no necesita a nadie. Sabedor de las opiniones encontradas que su figura merece en el mismo seno del Partido Republicano, que debía auparlo hasta el Despacho Oval, apostó por la autosuficiencia. Para ello articuló un movimiento propio de fidelidad inquebrantable: MAGA.
El movimiento Make America Great Again (frase usada por Ronal Reagan en 1980) se convirtió así en una especie de guardia pretoriana encargada de animar cada encuentro y cada mitin. Pero además sirvió para aglutinar en torno a él a una serie de nombres conocidos por la sociedad norteamericana, convertidos en sus hombres y mujeres de confianza.
5. Resiliencia: capacidad de recuperación
La polémica persigue a Donald Trump. A lo largo de su carrera política ha enfrentado numerosos escándalos y controversias, pero apenas han minado su popularidad o voluntad.
«Tengo a la gente más leal, ¿alguna vez habéis visto algo así? Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a gente y no perdería votantes», se dice que afirmó en enero de 2016 en Iowa, en uno de los actos previos al proceso de primarias republicanas. Esta resiliencia ha reforzado la percepción de que es un líder fuerte y decidido.
6. Estratega: apoyo de los grupos clave
En las elecciones de 2024, Trump logró aumentar su apoyo entre latinos y jóvenes, dos grupos demográficos cruciales que, a priori, eran resistentes a su magnetismo. Por intuición o estrategia, estas malas perspectivas no limitaron sus esfuerzos para atraer su voto, incluyendo acciones como la formación de coaliciones y convocando eventos en comunidades con fuerte presencia de estos grupos.
El liderazgo de Trump nunca da nada por perdido, pero tampoco deja nada al albur de la fortuna: siempre juega sus cartas.
7. Posibilista: uso de la desinformación
Trump ha sabido utilizar la desinformación y las denuncias de fraude electoral para mantener a su base movilizada y desconfiada del sistema electoral. Si bien estas prácticas han sido ampliamente criticadas, a ningún analista se le escapa que han sido claves para lograr el apoyo de ciertos sectores del electorado.
No se trata de ninguna novedad. En un hecho inédito, el 8 de agosto de 2016, y frente al ascenso del trumpismo, The New York Times publica en portada un artículo del defensor del lector que desde entonces se convertiría en una suerte de manifiesto del “periodismo de resistencia”. Como recuerda Le Monde Diplomatique, el texto decía “Trump y sus partidarios lo encontrarán injusto, pero el periodismo tiene el deber de decirles la verdad a sus lectores si quiere estar a la altura de los juicios de la historia”.
Sin embargo, el liderazgo de Trump se ha demostrado inquebrantable a esta decisión de muchos medios de comunicación, que pasaron de observar y contar, a participar y dirigir a sus usuarios: la maquinaria de desinformación del republicado, se ha demostrado aquí imbatible.
Kamala Harris, la líder con principios
La primera mujer negra y de ascendencia asiática en ocupar la vicepresidencia de los Estados Unidos responde al perfil del sueño americano: una mujer hecha a sí misma. Hija de inmigrantes, su madre era una investigadora de cáncer de origen indio y su padre un economista jamaicano, se graduó de la Universidad de Howard y de la Facultad de Derecho de la Universidad de California, Hastings.
Su vocación por el servicio público es una de las fortalezas de su marca personal. Comenzó como fiscal de distrito de San Francisco, centrando la atención en la protección de los consumidores, la defensa del medio ambiente y la lucha contra el crimen organizado. En 2016, fue elegida senadora de los Estados Unidos por California, donde continuó abogando por la reforma de la justicia penal, los derechos de los inmigrantes y la igualdad de género. Una labor que la aupó a la vicepresidencia de los Estados Unidos.
Pese a que la retirada de Joe Biden, y la ilusión que el anuncio como candidata presidencial insufló al Partido Demócrata, su candidatura presidencial en 2024 no logró el éxito esperado. Sin embargo, su personalidad como líder exhibe valores singulares.
1. Compromiso social: integridad
Harris ha sido una defensora constante de los derechos civiles. Desde su apoyo temprano al matrimonio igualitario a la lucha por los derechos de la mujer, ha mostrado un fuerte compromiso con la igualdad. Este posicionamiento la muestra como una líder consistente y coherente, que empatiza con los problemas de las minorías.
Un valor que la convierte en un modelo a seguir para muchos, pero quizás no para una mayoría, que identifica en la continua defensa de sus ideales cierto menoscabo al estatus quo. Para entender la disparidad que genera, resulta ilustrativo recuperar uno de los momentos más destacados de su carrera. Fue su decisión de no solicitar la pena de muerte para el asesino del agente de policía Isaac Espinoza en 2004. Esta postura reflejó para algunos su integridad y valentía, pero también generó fricciones con las fuerzas policiales y algunos votantes que consideraban la decisión como falta de apoyo a la seguridad pública.
2. Comunicadora: dominio del discurso
Nadie niega a Harris destreza en los debates ni capacidad para hacer preguntas incisivas a sus adversarios. Se resalta además destreza para apoyar sus argumentaciones en mensajes claros subrayados con cifras y expresiones de un lenguaje populista. Estas habilidades las refuerza con un personal lenguaje corporal, como mostró durante el debate con Trump del pasado mes de septiembre.
Sin embargo, aunque muchos medios y analistas consideraron a Harris ganadora del duelo televisivo, una encuesta de la CNN constataba que no había impactado sobre la opinión de los votantes de Trump, que no se vio modificada. En declaraciones a RTVE, José Antonio Gurpegui, director del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá de Henares, constataba: «Ninguno de los dos ha logrado cambiar la intención de voto de quienes lo tenían decidido, fueran demócratas o republicanos”.
3. Inclusión: el valor de la diversidad
Como la primera mujer afroamericana y de ascendencia asiática en ocupar la vicepresidencia, Harris representa en sí misma la diversidad y la inclusión. Su presencia en la política ha inspirado a muchas personas de comunidades subrepresentadas, mostrando que es posible alcanzar altos cargos de liderazgo con independencia del origen.
Ampliar la capacidad de análisis de un líder, incluyendo las diferentes visiones de un equipo diverso es uno de los valores más apreciados en la nueva gestión. La diversidad en los equipos de trabajo reduce el sesgo en las decisiones y convierte a las empresas en más adaptables y resistentes.
4. Conocimiento: respeto al líder
Kamala Harris tiene en su sólida preparación académica y experiencia profesional uno de sus principales marchamos. Su paso por la vicepresidencia, el Senado de los EE UU, o la Fiscalía general de California confieren a su currículo una robustez al alcance de pocos, lo que genera un respeto en el equipo fundamentado en su autoridad intelectual.
5. Resiliencia: capacidad de recuperación
Antes de conocer los resultados definitivos del recuento electoral, Harris dijo: «Acepto la derrota, pero la lucha de mi campaña no ha acabado». Aunque aún no se conoce el calado político de esta afirmación, Harris ha demostrado una notable resiliencia a lo largo de su carrera enfrentando y superando numerosos desafíos.
Esta capacidad quedó patente durante la campaña electoral, en la que Harris tuvo que aceptar el desafío de encabezar la candidatura en un momento de claro declive del Partido Demócrata y a escasos meses del plebiscito. Pese a las circunstancias, Harris mostró una gran capacidad de trabajo, organización, además de otros valores ya señalados en comunicación y compromiso social, que fueron decisivos para que la demoscopia electoral evolucionara hasta pronosticar un posible empate técnico a pocas horas de la cita electoral, que finalmente nunca se produjo.
6. Confianza: apoyo en la familia
Harris ha mostrado siempre una estrecha alianza con su marido Douglas Emhoff. Aunque los medios de comunicación han recogido episodios sentimentales conflictivos, como una infidelidad reconocida por el abogado de origen judio a cámara, la vicepresidenta siempre ha tenido en su marido un activo personal y público.
Su hermana menor, Maya, también abogada y escritora que trabajó como asesora de Hillary Clinton, es según cuenta la demócrata, su confidente. Sobre su progenitora habla como gran inspiradora. “Mi madre me miraba y me decía, ‘Kamala, tú puedes ser la primera en hacer muchas cosas, pero asegúrate de que no seas la última’”, es una de las citas que se puede encontrar en su perfil de vicepresidenta en la web de la Casa Blanca.