Perspectivas

15 noviembre 2022

Qué pasa cuando el líder fundador da un paso atrás y las razones para retirarse a tiempo

Nadie les discute haber convertido sus empresas en las más importantes del mundo, pero una salida a tiempo del proyecto puede convertirse en un nuevo éxito final.

¿Qué tienen en común Jeff Bezos, Bill Gates y Amancio Ortega? Los tres crearon un emporio empresarial que abandonaron en la cresta de la ola. Pero ¿qué motiva una decisión que siempre es analizada al microscopio por los mercados?

Dar un paso atrás cuando el éxito y la reputación te avalan no es fácil, máxime en perfiles con la capacidad de trabajo e innovación de los tres citados. Entonces, qué motivaciones pueden tener y, quizás más importante, es una decisión que favorece o perjudica a sus compañías.

La experiencia de tres empresarios que han hecho historia puede servir de ejemplo de la importancia de una retirada a tiempo.

La creatividad como motor                                                                                                         

“Continúen inventando y no se desmotiven cuando al principio la idea parezca loca. Dejen que la curiosidad sea su brújula. Sigue siendo el primer día”. Con estas palabras cerraba su misiva a 1,3 millones de trabajadores Bezos en febrero de 2021, tres meses antes de abandonar su puesto de CEO para pasar a ser el presidente ejecutivo.

Bezos también afirmaba que “ser el CEO de Amazon es una gran responsabilidad, y tiene un efecto de desgaste. Cuando tienes una responsabilidad como esa, es difícil prestarle atención a cualquier otra cosa”. Pero se equivocaría quién pensase que a sus 57 años el milmillonario se recreaba en su dorado retiro: “En mi nuevo rol, pretendo enfocar mis energías y mi atención en nuevos productos e iniciativas en etapas tempranas”, afirmaba.

Y es que más que renunciar, lo que en muchos casos motiva la decisión de este perfil de ejecutivos que han inventado o reinventado sectores es echarse a un lado para alejar la atención de los focos, y dedicarse a su pasión real: innovar.

Como primer ejecutivo de algunas de las empresas más analizadas del mundo, resulta complicado dar rienda suelta a esa creatividad natural que les entronó. Muchos de estos perfiles disfrutan más creando empresa que gestionando y, como hizo Bezos, cerrar ciclo en un año de beneficios récord liberaba al potentado para centrarse en nuevos proyectos como desperezar a un dinosaurio del prestigio del Washington Post o poner en órbita el proyecto aeroespacial de Blue Origin.

Diluir el poder para dar continuidad

En enero de 2011 Amancio Ortega anunciaba que en la siguiente junta general de accionistas de Inditex del mes de julio, propondría a Pablo Isla como presidente ejecutivo del grupo, marcando el inicio del relevo generacional de la compañía. En aquel entonces contaba con 75 años, hoy, a los 86, dicen que aún es fácil cruzarse con él por los pasillos de la sede en Arteixo en La Coruña.

En su comunicado afirmaba que «esta nueva etapa, que en realidad se ha iniciado en los últimos años, mostrará el camino de futuro, será la combinación de la juventud y la experiencia que, con responsabilidad y profesionalidad, llevan a hacer bien las cosas».

A nadie se le escapaba que tras 48 años al frente, y en aquel entonces con el 59,2% de las acciones y miembro del consejo, el paso atrás de Ortega servía para allanar el relevo familiar al frente del emporio de la moda. Por aquel entonces ya era público que el nombre de Marta Ortega, su tercera hija, era el elegido. Y así fue el uno de abril de 2022, como presidenta no ejecutiva.

Con este movimiento en tres actos, en el que el reputado ejecutivo Pablo Isla actuó de eslabón de unión, Inditex ha protagonizado una transición modélica. Su recorrido en bolsa demuestra que la estrategia contuvo la presión de los accionistas por rejuvenecer la dirección en la era del ecommerce, pero sin desviarse un ápice de la voluntad del fundador de seguir siendo una empresa familiar.

Proyectar a la empresa en el futuro

Tras abandonar en el año 2000 la presidencia ejecutiva de Microsoft, Bill Gates daba un nuevo paso en julio de 2008 cuando abandonó definitivamente cargos en la compañía. Finalmente, la desconexión total llegó en 2020 cuando también abandonó el consejo de la multinacional que había puesto en pie en 1975 junto a su amigo Paul Allen.

Ya en 2000, Gates justificó su decisión en dedicar más tiempo a la fundación que dirige junto a su exmujer Melinda, la mayor del mundo, pero en este caso la salida del fundador no parece haber sido tan modélica.

Como es de suponer, no hay una versión oficial de los hechos, pero el distanciamiento entre el magnate y su cercano colaborador Steve Ballmer, que le sucedió como CEO en 2000 hasta 2014, puede explicar los hechos.

Al parecer, Ballmer nunca tuvo la oportunidad de sentirse como el verdadero CEO hasta que en 2008 Gates abandonó definitivamente las responsabilidades del día a día de la compañía, según parece por presiones internas y externas. Durante este periodo de crucial ascenso de la telefonía móvil como el dispositivo prioritario de los usuarios en detrimento del ordenador personal, Microsoft pudo perder oportunidades para posicionarse en el nuevo escenario tecnológico.

Probablemente nunca sabremos toda la verdad sobre el tema, pero lo que sí es cierto es que el comportamiento de un líder del peso de Gates, que siguió haciendo valer su opinión entre las bambalinas empresariales, sirve para ilustrar la tercera de las razones por las que un líder carismático abandona su proyecto.

Y este no es otro que proyectar su crecimiento de futuro. No hay duda de que Gates consiguió llevar a Microsoft a lo más alto, convirtiendo su nombre en el más recurrente del Top 5 de las mayores fortunas del mundo de la revista Forbes pero llegado un momento, su presencia se convirtió en un lastre.