Perspectivas

17 octubre 2022

Qué puede hacer Carlos III para superar el liderazgo de la reina Isabel II

Sustituir a un líder carismático no es fácil, pero sí posible. Nos ponemos en los zapatos del nuevo monarca británico para descubrir qué decisiones debe tomar para marcar un estilo propio de reinado desde el primer momento.

 

Saber que miradas de todo el mundo escrutaban sus actos, no impidió a Carlos III mostrar ostensiblemente su irritación al menos durante dos incidentes mucho más fáciles de superar con amabilidad y una sonrisa. El nuevo monarca británico ha heredado el trono, pero la admiración del pueblo inglés se la debe ganar, y además sustituyendo el hiperliderazgo de siete décadas de Isabel II.

En el día de su proclamación, si en lugar de haber exigido con vehemencia que le retiraran el tintero de la mesa lo hubiera pedido con educación, nadie hubiera hablado de soberbia. Si en lugar de haber mostrado enojo cuando se manchó de tinta los dedos durante la firma en el libro de invitados en el castillo de Hillsborough de Irlanda del Norte, nadie hubiera hablado de arranques de ira.

Cierto es que salir indemne del protocolo de diez días al que la despedida de la reina Isabel II colocó a su heredero no era fácil. Pero estos dos deslices merecieron muchos más comentarios negativos en medios, que positivos la paciencia y entrega con que Carlos III se dejó consolar y felicitar por miles de ciudadanos anónimos a las puertas de cada acto al que acudía.

Con la muerte de su madre, Carlos III asume el difícil papel de representar a las monarquías del mundo, y además con una pesada losa sobre su cabeza: el hiperliderazgo de Isabel II, una reina que se granjeó el mérito de estar siempre en el lugar correcto y a la distancia adecuada.

Entre el cambio y la continuidad

Una peculiaridad en el modelo de dinastía monárquico es que no hay (al menos así debería ser) discusión sobre el candidato a la sucesión. Lo que por un lado libera tensiones pero por otro impide elegir al mejor cualificado, aunque no al más largamente preparado, como en el caso de los 73 años de Carlos III, es evidente.

Por otro lado, los dos deslices arriba comentados no deben ser, según valoran diferentes líderes de opinión británicos, necesariamente perjudiciales para su imagen, ya que todos esperan un necesario cambio de formas en la corona de los Windsor. Jane Mulkerrins, editor asociado de The Times Magazine, defiende que “Carlos III está atrapado entre dos épocas y necesita encontrar su propio estilo de gestión”.

Y además de ser consciente de la situación, parece dispuesto a trabajar en el cambio. Durante su primer discurso televisivo grabado a los británicos, el monarca arrancó diciendo: «La de la reina Isabel fue una vida bien vivida; una promesa con un propósito cumplido, y se la llora profundamente en su fallecimiento. Esa promesa de servicio de por vida la renuevo hoy a todos vosotros».

Hay un hecho que sí favorece a Carlos III, y es que nadie duda que se trata de un relevo natural y, más importante, largamente preparado. Una de las claves de sustitución de un hiperliderazgo es que el reemplazo debe ser impulsado por quien está ejerciendo ese poder carismático, una tarea que sin ninguna duda realizó la reina Isabel II como quedó claro durante la precisa maquinaria de los faustos del sepelio.

Pero este es solo el principio, ahora Carlos III debe ser capaz de construir una imagen diferenciada pero igualmente respetada.

Marcar un estilo propio no rupturista

Uno de los puntos en común entre los cientos de artículos que la prensa británica ha publicado sobre el nuevo liderazgo real es la necesidad de respetar la enorme herencia recibida por Isabel II, pero demostrando voluntad de cambio, y es que el mundo no es el mismo desde que la monarca accediera al trono en 1953.

Y precisamente es durante la próxima ceremonia de coronación, cuando influyentes voces como la de The Guardian reclaman  que la reivindique. En opinión del diario republicano: “La coronación de Carlos III, prevista para el año que viene, no puede ser una copia de la de su madre, una ceremonia cuya autoridad provenía de la iglesia anglicana donde la aristocracia rendía homenaje a la corona. El pasado es otro país. […] Un nuevo rey, y un nuevo primer ministro, deberían aprovechar la oportunidad”.

Innovación para un cambio con coherencia

Sin duda Carlos III es consciente de que su ceremonia de coronación debe servir para reafirmar su nuevo liderazgo mostrando una imagen de monarca del siglo XXI, pero que respeta la cuidada puesta en escena Windsor. Para ello de nuevo el monarca cuenta con puntos a favor y en contra: por un lado, una imagen pública asociada al conservadurismo, y por otro, el ejemplo de una madre que supo adaptarse al cambio durante siete décadas pero sin perder su esencia.

Es ese legado de coherencia extrema el que debe enmarcar un necesario cambio. El Reino Unido reclama que su rey siga siendo esa institución en la que buscar un referente de nación, pero de una sociedad altamente compleja, diversa y tensionada por una realidad política y económica compleja.

Formar un equipo adecuado a la nueva misión

Está claro que crear una marca personal diferenciada y encontrar ese equilibrio entre innovación y respeto a la tradición no es una misión que Carlos II pueda abordar en solitario. Siempre bajo el estrecho marco que la actual política británica deposita en su jefe de Estado, el nuevo rey debe construir una camarilla que le ayude en su empeño. Objetivo hacia el que no tardó en dar el primer paso.

La prensa británica se hacía eco el pasado 14 de septiembre de que Carlos III ya estaba tomando decisiones. En esa fecha, la BBC informaba de un comunicado a la plantilla de Clarence House (su hasta entonces residencia oficial) de “inevitables despidos”.

El aviso incluía a puestos de secretarios privados, de la oficina de finanzas y del equipo de comunicaciones, evidenciando que las nuevas responsabilidades exigen de nuevas capacidades y experiencias en el equipo más cercano, la que sin duda es norma de oro en el ascenso en la pirámide de mando de cualquier empresa, también en la organización de una casa real.

Sin embargo, la prensa coincide en que el principal secretario privado, Clive Alderton, le acompañará en un puesto de máxima relevancia en su nueva misión. Una muestra más de que Carlos III apuesta por un modelo de cambio ordenado para crear una imagen pública propia, cumpliendo con la eterna paradoja de “cambiar todo para que nada cambie”.